lunes, 20 de julio de 2015

OS CEOS DA FONSAGRADA

FOTOGRAFIAS DE JOSE OCAMPO UZ



























A Fonsagrada recoñece os 25 anos que o seu xulgado leva traballando a prol do galego




Progreso de Lugo

Os invitados insistiron na necesidade de que as administracións usen a lingua do pobo



Os traballadores e funcionarios do xulgado da Fonsagrada levan un cuarto de século usando o galego na súa actividade diaria. Un esforzo que este sábado foi recoñecido tanto polo Concello como pola Irmandade Xurídica Galega. Na homenaxe participaron todos os xuíces que prestaron servizo en galego neste xulgado, ademais dun grupo de veciños. Tamén se descubriu unha placa conmemorativa coa inscrición ‘O xulgado da Fonsagrada, 25 anos traballando no idioma da súa xente’.
Na quenda de intervencións participaron os catro xuíces que traballaron en galego neste xulgado: Xoán Montes, Alberto Benéitez, Luís Villares e Eladio Prieto.




Participantes no acto, diante da porta do xulgado da Fonsagrada. EPParticipantes no acto, diante da porta do xulgado da Fonsagrada. EP

25 ANOS DE GALEGO NO XULGADO DA FONSAGRADA














jueves, 16 de julio de 2015

RUTA DOS LOBOS 2014


miércoles, 15 de julio de 2015

CONCURSO TAPEO 2015


«En estas montañas habita la felicidad»




 La Voz de Galicia






¿Por qué la Unesco ha declarado como patrimonio de la humanidad hace unos días los caminos Primitivo y del Norte?










Las guías turísticas han apodado a Buthán, en el Himalaya, como el Reino de la Felicidad. Pero mucho más cerca, aquí en Galicia, hay otras montañas donde algunos de los peregrinos que las han recorrido dicen haberla encontrado. No son unas cumbres tan altas como aquellas, pero son capaces de elevar al que las recorre hasta el nirvana. Y al observar desde lo alto los valles o los frondosos picos verdes que acarician las nubes, más que humano, uno descubre lo que implica ser un pájaro. Basta esa sensación para justificar por qué el Camino del Norte, contemporáneo del Francés, o el Camino Primitivo, la primera ruta a Compostela ideada por Alfonso II el Casto en el IX, merecen ser Patrimonio de la Humanidad. Porque recorriendo los paisajes por los que se deslizan esos trazados abiertos en la Edad Media los humanos recuerdan que son humanos. Vuelven a disfrutar de la naturaleza. Clothilde sabe resumirlo en su dulce francés: «En estas montañas habita la felicidad. Es magnífico. Algo increíble». 
Ha venido de París. Quería pensar y se tomó su tiempo. Esta es ya su quinta semana en ruta. Se puso la mochila en Irún, en el Camino del Norte con la idea de dirigirse hasta Santiago. Al llegar a Oviedo se desvió para tomar el Camino Primitivo. La capital asturiana es donde ambas rutas se unen, la encrucijada en la que los caminantes han de elegir entre continuar guiándose por la brisa del mar que alivia su sudor a lo lejos o ir por la montaña cruzando A Fonsagrada. En el tramo primitivo se encontró a Gabriel Urbina, un joven de Cádiz que estuvo viviendo en el extranjero: «Quería haber hecho el Camino pero cuando venía en vacaciones no podía porque iba a casa. Ahora he vuelto...».
Él avanza más rápido. Ella va más despacio. Pero sus encuentros van intercalándose con los de otros romeros durante los días que dura su peregrinaje. Lo que han visto hasta ahora ha superado sus expectativas: «Esto es mucho mejor de lo que esperaba. El paisaje, la gente que encuentras caminando y la que ves por los pueblos...». A ella le fascina «la naturaleza, las pequeñas aldeas, el trato con la gente... todo».
Los habitantes de la montaña saludan y celebran con alegría la llegada de esos peregrinos que llegan desde Oviedo o Irún. Los primeros llevan bastón para descansar sus años. Los otros para ayudarles a sortear las piedras. Hay un bar-cantina en Parada Vella desde el que los vecinos de esa aldea de A Fonsagrada ven pasar a los peregrinos que recorren el Camino Primitivo. Hace calor, pero la brisa de la montaña inmensa alivia las piernas cansadas. Breda y Martin entran para comprar un zumo grande para beber. No hay. Entonces continuan Camino. Vienen de Holanda y comenzaron a andar en Irún. En el 2002 habían hecho la ruta francesa. Prefieren esta. «El francés es más religioso. Este es más natural. Las flores, los paisajes... todo es tan hermoso», dicen. Y dejan el asfalto para continuar por los caminos de tierra que van sorteando la montaña con rumbo hacia el concello de Baleira. 
La ruta es angosta. Escarpada. Alta montaña. Una pareja de alemanes sube la montaña en dirección a Baleira, el fin de la primera etapa del Camino Primitivo en Galicia. Han pasado junto a las ruinas del hospital de peregrinos medieval del alto de Montouto y ahora caminan por medio de un bosque de pinos. «La vista es magnífica, pero a veces no ves lo que tienes alrededor», dice ella. Explica que hay momentos en los que vas tan concentrado que no sabes qué ocurre alrededor. No ves lo que está ocurriendo. «Es otra buena forma de meditar», explica. Y continúa montaña arriba, caminando entre las mariposas que revolotean a su lado, mientras se posan en los toxos, los helechos...
Unas rutas que aún no están desbordadas
A la sombra del monasterio de Sobrado dos Monxes, en el concello coruñés del mismo nombre, los peregrinos descansan sobre la hierba mezclados con los turistas de cámara en mano que se acercan a ver el monumento. Algunos duermen por parejas. Otros están solos, reposando tendidos sobre una roca. Es la hora de meditar. La ruta que viene del Norte aún les permite hacer eso. Hay peregrinos, cada vez más. Pero no son tantos como los que toma cada verano el Camino Francés. Los que descansan junto al monasterio, donde cobran un euro por entrar a verlo, saben que esa es la penúltima etapa antes de desembocar en la vía que atraviesa Castilla desde Roncesvalles. Luego vendrán las mañanas de carrera para coger espacio en los albergues.
Dan e Igmar Gabriel son padre e hijo. Son holandeses. Parece que acaban de llegar a Sobrado dos Monxes porque aún llevan su equipaje a la espalda. Pueden comparar porque han hecho los dos. El Francés hace unos años. Ahora el del Norte. Al primero le gusta más el Francés, pese a reconocer que ahora hay mucha gente. El segundo no sabe elegir.
El Camino del Norte es el que ha elegido Cristian, un rumano que lleva tatuada la concha peregrina en un brazo. ¿Qué destacan? La paz de caminar, el paisaje, la belleza de monumentos como el que tienen enfrente...

Todo empezó en A Fonsagrada






La Voz de Galicia




Hace 23 años los vecinos iniciaron las reivindicaciones y limpiaron y señalizaron la ruta
lugo / la voz, 12 de julio de 2015. Actualizado a las 05:00 h.


Los vecinos de A Fonsagrada lucen estos días una media sonrisa; porque mientras los políticos se felicitan por la declaración del Camiño Primitivo como Patrimonio Mundial de la Unesco, en este municipio de la montaña lucense saben, aunque no les guste presumir de ello, que fue su ardua labor, empezada hace más de veinte años, la que ha permitido que este reconocimiento sea posible. Porque sí, todo empezó en A Fonsagrada.
Corría el año 1992 y en A Fonsagrada confluyeron una serie de personalidades y de momentos históricos que hicieron de este municipio el escenario que vio nacer la recuperación de esta ruta a Santiago. El filólogo medieval Ricardo Polín, que en esa época era profesor en A Fonsagrada, llevaba tiempo ya estudiando esta ruta, la toponimia histórica, y las referencias que de ella había hecho Elías Valiña. Por otra parte, el Museo Etnográfico de A Fonsagrada, abierto desde 1984 y que entonces ya dirigía Juanjo Molina, pensó en organizar algún tipo de acto para dar a conocer la ruta.
Y así surgieron las primeras jornadas sobre el Camiño Primitivo, antes incluso del Xacobeo de 1993. Fue el primer escalón para reivindicar la importancia de esta ruta completamente abandonada por las Administraciones.
La Movida de A Fonsagrada
En la sociedad fonsagradina se daba el caldo de cultivo idóneo para que estas reivindicaciones no cayesen en saco roto: la famosa Movida de A Fonsagrada, una auténtica revolución social que tuvo lugar en aquellos años. Juanjo Molina recuerda que se estaban llevando a cabo numerosas movilizaciones vecinales para impedir la pérdida de una serie de servicios comarcales que la Xunta pretendía trasladar: extensión agraria, forestal, la cabecera de comarca... «Había unha conciencia social e identitaria importante (...) E ese sentimento de identidade forte trasladouse ao Camiño», aclara. Ricardo Polín añade: «Houbo unha auténtica revolución na Fonsagrada, unha loita polos valores, unha conciencia de que lles estaban roubando a dignidade como pobo, e así se identificaron tamén coa perda da vía xacobea». Y es que por parte de las Administraciones no hubo apoyo, al contrario: «A Xunta insistía en chamarlle Camiño da Fonsagrada para restarlle importancia e devalualo, e gran parte dos alcaldes estaba en contra de recuperar a ruta porque dicían que crearía dificultades na ordenación do territorio e no desenvolvemento urbanístico».
«Querían facer del un ramal do Camiño Norte e chamalo Camiño da Fonsagrada, pero a historia non pode borrarse», afirma José Manuel Saavedra, Selelo, uno de los vecinos más activos en la Movida da Fonsagrada. Y es que los vecinos sabían desde siempre de la existencia del Camiño, y los peregrinos, siempre extranjeros, nunca dejaron de pasar por allí. Pero, con los estudios de gente como Polín, como Nicandro Ares o como numerosos profesores de Asturias -comunidad pionera en la recuperación de la ruta-, se dio a conocer también que esta es la primera vía documentada a Compostela. Fue el rey Alfonso II el Casto el que se considera el primer peregrino, que hizo el itinerario desde Oviedo hasta la capital gallega para visitar la tumba del Apóstol.
Y A Fonsagrada se volcó a lo grande con esta reivindicación. El primer paso fue recorrer la ruta para conocerla, limpiarla y señalizarla. «Formáronse brigadas de veciños para marcar os tramos, colocar paneis informativos e rozar o Camiño, que estaba irrecoñecible nalgunha zona pola maleza», dice Molina. E incluso construyeron la capilla de Montouto, donde desde entonces cada 25 de julio celebran la fiesta de Santiago.

Las primeras jornadas sobre el Camiño reunieron a expertos gallegos y asturianos

El Museo Etnográfico de A Fonsagrada se planteó en 1992 ser una plataforma para impulsar el Camiño Primitivo y para ello contaron con el apoyo de Ricardo Polín, que suministró el trabajo que ya había iniciado, y con el de Asturias, para realizar las primeras jornadas sobre el Camiño, en junio de 1992. «Xa daquela en Asturias estaba avanzada a recuperación e estaban moi activas as asociacións de Oviedo, coas que tivemos os primeiros contactos e contaxiáronnos o seu entusiasmo», afirma Juanjo Molina. Participaron asociaciones de Asturias, historiadores, empresas asturianas (como de transporte ecuestre)... «Foi un ano de gran unidade aquel 1992», recuerda Ricardo Polín. En todo aquel trabajo, además de los fonsagradinos, también se volcaron el Museo de Melide, vecinos de San Román da Retorta en Guntín, la revista Lucensia, profesores de la Universidad de Oviedo, historiadores gallegos...


EN GALEGO E DE LEI


Chega a conmemoración dos 25 anos de actividade xudicial en lingua galega (O XULGADO DA FONSAGRADA)



mundiario

 

O Xulgado da Fonsagrada (Lugo) atesoura, por dereito propio, a experiencia máis importante e exitosa da normalización da lingua galega, segundo salienta este comentarista.

Cando Antía González Álvarez remate a carreira de Dereito –pouco lle falta- ingresará na Irmandade Xurídica Galega, como fixeron este ano trinta xuristas no acto celebrado no pazo de Fonseca  o pasado día 27 de xuño. Unirase a esas fornadas que desde a xudicatura e a avogacía están emendándolle a plana ás vicisitudes históricas que marxinaron a lingua galega  na administración de Xustiza e procedementos procesuais. Eladio Prieto Bellas, xuíz da Fonsagrada podería apadriñala en tal celebración solemne. Sería unha honra vindo de quen leva exercendo o seu maxisterio xudicial en lingua galega arreo.
En máis dunha ocasión témonos referido a este proceso de galeguización da xudicatura e do dereito, que tivo o seu punto de arranque en maio de 1985 cando a Sala de Contencioso-Administrativo da Audiencia Territorial da Coruña dictou a primeira sentenza en galego. O maxistrado don Claudio Movilla Álvarez, a quen  homenaxeamos en Redondela e Castro Caldelas fora o relator de tal resolución xudicial. 
Casa do Concello de A Fonsagrada, en Lugo. ADVERTISEMENT
Hai ben anos, aproveitando as miñas vacacións estivais na Fonsagrada entregáralle copia da sentenza ao xuíz da vila, Xoán Montes, que axiña quixo sumarse á nómina de xuíces e fiscais que xa estaban realizando a actividade xurisdicional en lingua galega. Os maxistrados  Daniel García Ramos, Xosé Xoán Barreiro, Orencio Pérez González, e os fiscais Xoán Horro, Carlos Varela García e Benito Montero,  foron os verdadeiros precursores da galeguización xudicial aos que axiña se foron incorporando compañeiros e compañeira da xudicatura e avogacia.

Moitas foron as actividades que realizamos desde entón para darlle pulo a este proceso normalizador. Gardo grata lembranza  dunha iniciativa exitosa que consistíu na publicación dun libro que titulamos “Contos da Xustiza” en 1999, reeditado anos máis tarde. Unha proposta inédita e exitosa. Escritores  de recoñecida solvencia literaria: Xalvier Alcalá, Manuel Rivas, Suso de Toro, Dario X.Cabana, Carlos Casares, Alfredo Conde, Paco Martín, David Otero e Xesús Rábade escribiron cadanseu relato inspirado na casuística xudicial, e os maxistrados Xosé Xoán Barreiro Prado, Daniel García Ramos, Orencio Pérez Gonzáles, es os fiscais Carlos Varela García e Benito Montero Prego, xunto con Victorino Guiéterrez Aller, notario daquela en Lalín, e Xoaquín Monteagudo, presidente da Asociación de Funcionarios para a Normalización Lingüística, aportaban tamén a súa visión literaria da experiencia profesional. Con estes vimbios, anos despois, construíuse a Irmandade Xurídica Galega.

Desde 1990 o Xulgado da Fonsagrada véuse consolidando como un  xulgado modélico grazas a un grupo de funcionarios e funcionarias que colaboraron cos xuíces que se foron sucedendo durante estes vintecinco últimos anos naquel órgano xurisdicional. Como queda dito, o primeiro foi Xoán Montes, seguido por Alberto Benéitez Antón, que malia ser vasco soubo inculturizar a súa actividade xudicial no noso idioma, por Luís Villares Naveira e polo actual titular, Elado Prieto Bellas.

O próximo sábado, día 18, celebrarase no Xulgado da Fonsagrada un acto público, conmemorativo dos 25 anos de actividade xudicial en lingua galega coa participación de todos os xuíces que fixeron posible esta feliz experiencia, asistidos por numerosísimos profesionais do dereito. Todo traballo ben feito dá seus froitos. Na Fonsagrada  a lingua galega ten porvir.

CAMIÑO PRIMITIVO DE OVIEDO A LUGO




Siempre Juntos


Autor: Diego de la vega

El señor Alcazar volvió a Fonsagrada para morir.
Había sido sargento de la guardia civil en aquel pueblo muchísimo tiempo atrás y ahora volvía, anciano y moribundo, al lugar donde había servido tantos años. Sus hijos habían consentido su deseo a regañadientes. A ninguno le gustaba la idea pero no se atrevieron a negárselo.
  • Debería estar en un hospital – Le recomendé.
  • Eso díselo a él. – Me contestó airada Julia, la hija que vivía con él-. No hay manera de dárselo a entender. No sé qué es lo quiere de este puto pueblo.
El viejo sargento resollaba bajo los rayos del sol invernal que entraban por la ventana. Sus sarmentosas manos se aferraban a los brazos del sillón y su cuerpo alarmantemente delgado se hundía entre ellos. Me arrodillé a su lado y le cogí la mano para tomarle el pulso.
  • ¿Qué, Alfonso? ¿Nos vamos al hospital?- Intenté animarle.
  • Sí me llevan ahí no vuelvo. – Categorizó.
  • No puede andarse con manías. Tiene que cuidarse.
  • Mira, ya sé que me voy a morir. – Dijo sin ningún temor-. Pero a mi nadie me dice que me he ido sin plantar cara.
  • No le entiendo.
  • Ni falta que hace.
Alfonso Alcazar era un hombre rígido, acostumbrado a imponer su voluntad e incluso ahora, en las últimas, su mirada no dejaba hueco a disidencias.
Salí de la habitación y volví con Julia.
  • Tenle vigilado. Y a la mínima, avísame.
Ella asintió.
Cuando atendí al señor Alcazar, ya llevaba un tiempo en Fonsagrada. Aquel pueblo había sido mi primer destino como médico residente y me sentía como capitana de un pequeño pero rutilante barco. Me tomaba mi estancia allí como una preparación para trabajos más jugosos. Quería volver a Zaragoza y ser médico en la capital. No me gustaba el pueblo y solo acepté ir para coger experiencia. De haber sabido lo que me esperaba, no habría ido ni a rastras.
Mi acogida había sido tibia. Era la primera vez que tenían a una mujer como médico de cabecera y algunos de los mayores no se lo tomaron bien.
A esos prejuicios achacaba yo las miradas de desdén que me dedicaban los viejos del lugar. Hasta que un día me enteré de la verdad.
Estaba en el bar del pueblo, uno de los pocos sitios donde me sentía a gusto. Un chaval joven, más feo que picio, atendía la barra. Todos le llamaban Carlitos.
  • Estoy un poco harta de tanto cuchicheo – Le conté al percibir las murmuraciones de siempre.
  • Tranquila. – Me pidió él con su sonrisa perenne-. No es por ti. Es por tu “cliente”
  • ¿Qué Cliente? – Le pregunté algo mosca.
  • El viejo guardia. El de la calle colmenares.
  • ¿Alfonso? ¿Qué pasa con él?
  • ¡Bah! – Dijo quitándole importancia-. Ya sabes como son los pueblos. Todo son viejas historias. Se ve que este hombre fue una pieza de cuidado en sus tiempos.
  • No me sorprende – le confirmé-. Ahora está muriéndose y aun no veas como se las gasta.
Carlitos soltó una sonrisilla.
  • Bueno, pues muchos de estos tienen ganas de ir a su entierro... para asegurarse de que no se levanta.
Los dos nos reímos. Carlitos tenía eso. Te hacía reír. Me contó que el señor Alcazar había participado en las persecuciones de los primeros años del franquismo. Fonsagrada era un pueblo rodeado de montes y bosques, donde muchos disidentes del régimen permanecieron escondidos al acabar la guerra. Los famosos Maquis. Alcazar era comandante del puesto de la guardia civil y protagonizó algunos capítulos oscuros, con torturas y fusilamientos incluidos.
No le di más importancia al tema. Yo soy médico. Tenía que cuidar a quien me necesitara, sin distinciones. Lo que hubiera ocurrido, para mí, era historia.
Pero Alfonso Alcazar no era el único paciente implicado en aquella historia.
Elisenda Baños era una más de las pacientes que acudía a mi consulta, y una vez me pidió que fuera a ver a su hermana Felisa, que vivía sola y arrastraba un catarro que a su edad, podía ser peligroso.
Me personé en su casa una mañana antes de empezar a pasar consulta.
  • ¿Sí?
Felisa era una mujer bajita, más bien regordeta con el pelo gris y cara arrugada. Vestía una bata azul con delantal. Su voz algo ronca, parecía confirmar los temores de su hermana.
  • ¿Felisa? – Quise asegurarme.
  • Yo misma.
  • Mire, soy Raquel, la médico del pueblo. No sé si me conoce.
  • Ah... No, no... bueno, algo me habían dicho pero vamos, que no he ido a verla.
  • He hablado con su hermana y me ha dicho que estaba algo acatarrada.
  • ¡Bah!, bueno, un poco. Como todos los inviernos. Lo que pasa es que mi hermana es muy exagerada.
  • ¿Le parece bien que pase un momento y echamos un vistazo?
La mujer se mostró incomoda y pareció no saber que hacer.
  • Bueno, si quiere... pase.
La casa olía a viejo. Como solía ocurrir allí donde vivía gente mayor sola, había poca luz. Una bombilla descarnada iluminaba tristemente el pasillo que servía de recibidor y conectaba directamente con una escalera que constituía la columna vertebral de la vivienda. Tenía una ostentosa baranda de madera, pulida en los pasamanos y agujereada por la carcoma. Seguí a aquella mujer que arrastraba sus pies forrados con babuchas hasta el piso de arriba. Allí entramos en un saloncito lleno de retratos en blanco y negro, tapetes de hilo y una lámpara de araña casi sin luces.
Allí sentado en un sofá, en el rincón, había un hombre de su misma edad vestido con un chaleco, pantalones de pana y una especie de gorra o boina. Por las fotos intuí que sería su marido. Su presencia me sorprendió un poco. ¿Porque la hermana me había dicho que vivía sola.
  • Hola – Saludé intentando mostrarme jovial.
No hubo respuesta. El hombre me miró fijamente y luego volvió a sus pensamientos.
Reconocí a Felisa. Su hermana no iba desencaminada. Tenía el pecho muy cargado y respiraba con dificultad. No parecía revestir gravedad, pero a su edad...
  • Está un poco tapada, Felisa. – Intenté explicarle-. Miré, le voy a recetar un jarabe para el pecho. A lo mejor su marido puede bajar a comprárselo, con este frío sería mejor que usted no saliera de casa.
  • Ya se lo diré a mi hermana. – Repuso-. Él casi no sale de aquí.
  • Me parece bien. Así se cuidan el uno al otro ¿Verdad?
Felisa se rió dejando ver su dentadura mellada.
  • ¡Ay! ¡Si usted supiera! – Asintió emocionada-. ¡Más de cuarenta años llevamos juntos! ¡No nos hemos separado ni un día!
  • Claro que sí. – Le di la razón-. Como debe ser. Un amor bien bonito.
  • Éramos tan críos, cuando nos conocimos... Ramón era muy guapo ¿sabe?
Miré al abuelo del rincón y pensé que el tiempo era un hijo de puta. Sonreí y apreté muy fuerte la mano de la anciana en señal de comprensión.
  • Veo que tiene teléfono Felisa, mire, este es mi número – Se lo apunté bien gordo detrás de la tarjeta-. Llámeme si se encuentra peor y tómese el jarabe. Yo vendré a verla de vez en cuando. ¿De acuerdo?
  • Muchas gracias. – Agradeció como si le hubiera hecho un regalo.
Mi rutina en Fonsagrada era exactamente eso. Rutina. Pero poco a poco, mis visitas al domicilio de los Alcazar aumentaron. Alfonso estaba cada vez peor. Aparte de su enfermedad, le notaba nervioso, excitado y todos los demás en aquella casa parecían estar igual o peor. Al principio pensé que era cosa de Julia, la hija, propensa al lloriqueo. Pero cuando vino el hijo mayor. Los nervios y el histerismo parecieron habérsele contagiado.
  • Tenemos que alejarnos de esto... – Murmuraba.
  • Debe ser duro ver así a vuestro padre. –Comprendí.
  • No es eso. – Negó rotundamente-. Es la casa.
  • ¿La casa? – Me extrañé-. ¿Qué le pasa a la casa?
En ese momento un portazo bestial nos arrancó de la conversación. La puerta de la cocina se había cerrado de golpe.
  • Joder, que susto. – dije en voz alta-. Habrá corriente.
Carlos y Julia se miraron.
  • Lleva así toda la noche. – Dijo él como si hablara por los dos.
  • Días, - corrigió Julia- pero últimamente es peor.
  • No os entiendo ¿Qué ocurre? – interrogué algo desconcertada.
  • La casa... Tiene algo. – Intentó explicar la hija.
  • Se oyen voces – Añadió Carlos.
  • Insultos. – Matizó Julia.
  • Las puertas se cierran de golpe, ruidos, las cosas se pierden... yo no creía en estas cosas pero...
  • ¿Me estáis hablando en serio? – Les dije sin creérmelo del todo.
Julia se dio la vuelta y se echó a llorar.
  • Completamente. – Me aseguró Carlos con un suspiro-. Mi padre no dice nada. pero lo sabe. Creo que hay algo que no nos quiere contar.
Entramos a verle y le encontramos recostado en su cama. Cada respiración parecía una agonía. Pero aun así, sus ojos mostraban la determinación de siempre.
  • Cabrones… - deliraba con susurros-. Venid por mí si tenéis cojones.
Ignoré sus delirios e Intenté mostrarme amable mientras le reconocía.
  • Está muy mal. – Les dije a los hijos de nuevo en el recibidor-. Ya ni siquiera el hospital es una opción.
  • Qué sea lo que dios quiera, pero que acabe pronto. – Suplicó Julia.
Con estrépito, un Jarrón se estampó contra el suelo. Nadie lo había tocado. Yo me quedé blanca. Julia pegó un grito y Carlos maldijo por lo bajo.
Intenté tranquilizarles y quitarle hierro a todo aquello, pero si te digo la verdad, estaba más asustada que ellos. Al salir, me di la vuelta para despedirme y por encima del hombro de Julia, en la puerta de la cocina, apareció un hombre desaliñado con una chaqueta de pana raída. La camisa a la altura del vientre estaba empapada de sangre.
Pegué un grito. Julia se dio la vuelta y cuando volví a mirar, el extraño ya no estaba.
  • ¿Qué has visto? – Preguntó ella.
  • Yo… - No supe que decir.
Ella me entendió y no insistió.
Bajé las escaleras y desaparecí de aquella casa tan rápido como pude. El susto se me fue pasando según me alejaba. Al llegar al centro de salud me parecía que aquello no podía haber pasado. Intenté tranquilizarme, pasé consulta normalmente, pero seguí con el runrún en mi cabeza todo el día.
Aquella noche tuve guardia y no pude evitar contárselo todo a Carlota, mi ATS. Tenía mi edad, pero era del pueblo. Nos llevábamos bien a grosso modo aunque a veces me parecía un poco cargante.
  • ¡Joder! ¡Qué fuerte! – Exclamaba entre risas mientras devoraba el sándwich que se traía como cena.
  • Pues a mí no me hace ni puta gracia. – Le repliqué molesta-. Tal como estaba aquel hombre, seguro que esta noche nos llaman, y no tengo ninguna gana de volver allí.
  • Pues a mi me encantaría verlo.
Entonces sonó el teléfono.
  • Mira, deseo concedido. – Le dije a Carlota cabreada.
Ella cambió su risa por una mirada de expectación inquieta mientras yo cogía la llamada. Fue breve. Enseguida, colgué mascullando una maldición.
  • ¿Qué pasa? – Preguntó Carlota.
  • Era Elisenda Baños – Dije sin disimular mi mala leche-. Está otra vez con las paranoias sobre su hermana. Dice que está peor y que si podemos ir.
  • ¿Vamos?
  • Pues no sé. Hace semanas que me viene con el mismo cuento. He pasado a verla un par de veces y solo la veo un poco acatarrada. Además, tiene a su marido para cuidarla si hace falta.
  • ¿Quién tiene a su marido?
  • Felisa, joder, la mujer esta que vive en la calle que sale de la plaza...
  • Sí, sí, sí ya sé quien es, pero esa mujer es viuda de toda la vida.
  • ¿Cómo que viuda? – Me extrañé-. Si yo he estado en su casa y he visto a su marido. – Intenté corregirla-. Ella me ha hablado de él y todo.
  • Pues la abuela tendrá un amante, porque la Felisa Baños que yo conozco es viuda desde que el mundo es mundo, vamos. – Afirmó Tajante-. A su marido le dieron matarile en el puente viejo, después de la guerra o por ahí, precisamente el abuelo este que fue guardia, que por aquí le quieren que no veas. Mis abuelos siempre decían que Felisa vio como lo mataban y que desde entonces ha estado un poco ida.
  • ¿Te estás cachondeando de mí? – Le solté con mala uva-. Porque te aseguro que no está el horno para bollos...
  • ¡Que no, tía, que no! – Me aseguró.
Aquello fue como un jarro de agua fría. Si Felisa era viuda ¿A quién demonios había visto yo en su casa?
  • Bueno, ¿vamos o no? – Preguntó Carlota.
  • Me acercaré yo en un momento. – Le contesté-. No creo que sea nada. Tú quédate aquí por si llaman los Alcazar o quien sea, si eso pasa, dame un toque al móvil y voy pitando.
  • Okey...
En la calle ya era de noche y había empezado a nevar. En aquel pueblo siempre era invierno. Hacía un frío intenso, aplastante, que casi te paralizaba. Miré al cielo que no paraba de soltar bailoteantes manchitas blancas y eché a andar haciéndome la valiente. A mi alrededor, la nieve empezó a formar una capa de estática gris. Las calles estaban en silencio, solo oía mi respiración bajo la bufanda, mucho más nerviosa que de costumbre. Las farolas empezaron a parpadear y pronto nos quedamos a oscuras. Allí era normal que a la mínima tormenta saltaran los plomos. Maldije mi suerte y apreté el paso. No tardé en llegar a la puerta de Felisa, que para mi sorpresa, estaba abierta.
Entré con cautela llamando a voz en grito a su dueña. El frío de la calle hizo que la oscuridad de la casa fuera acogedora. Empecé a subir por sus interminables escaleras algo recelosa. Apenas un poco de luz de luna se colaba por una claraboya encajada en el tejado. La oscuridad y el silencio lo envolvían todo. La subida que se me hizo interminable. Miraba a todas partes temiendo ver al “marido” pero no apareció.
Por fin, llegué al saloncito. Felisa estaba recostada en su sofá. Junto a ella una pequeña vela oscilaba en un candelabro y la iluminaba débilmente. Tenía ojeras muy profundas y respiraba haciendo ruido.
  • ¿Sé encuentra bien Felisa? Su hermana nos ha vuelto a llamar...
Felisa se rió y su risa acabó en los estertores de una tos. Me acerqué y el olor de su ropa me revolvió el estomago.
  • Tranquila, chiquilla, que yo ya lo tengo todo hecho. –Me soltó como pudo.
  • ¿Qué quiere decir? ¿Ya se ha tomado el jarabe que le receté?
Ella negó con la cabeza.
  • No me hace falta. Esta noche nos vamos todos. Han venido a buscarle ¿Sabe? A él, al hijo de la gran puta... han venido a por él y esta noche nos vamos todos.
  • A ver Felisa... ¿Dónde está su marido?

  • Él está aquí conmigo, como siempre, siempre conmigo, siempre juntos... él nunca se fue ¿Sabe? Ni cuando lo mataron. Me quería demasiado.

  • ¿De que me está hablando? – Le pregunté convencida de que deliraba.

  • Ahora irá con los demás a buscar al gran cabrón... para llevárselo y luego volverá conmigo.
Oí un ruido. Me di la vuelta y no pude contener un grito.
Estaba allí en el quicio de la puerta. El marido, más joven que antes, demacrado, mirándome fijamente. Y aunque no llevaba luces o velas, podía verle perfectamente en la oscuridad. La camisa, como la del hombre que había visto en casa de los Alcazar, estaba empapada de sangre a la altura del vientre.
  • Les mató a todos... – Susurró trabajosamente Felisa con la expresión ausente que la vela dibujaba en su rostro - uno por uno...yo lo vi. En el puente viejo…Un tiro en el estómago para que tardaran en morir. Ramón murió en mis brazos... pero no se fue. Esta noche me voy con él.
Mi primer impulso fue huir, pero aquella cosa seguía en la puerta y a mi alrededor la negrura lo engullía todo. Solo la cara cenicienta de Felisa resaltaba en las tinieblas.
Entonces sonó el móvil. Lo agarré como si en ello me fuera la vida, como si fuera un cabo que la realidad me echara para salir de aquella pesadilla.
  • Soy yo. – Oí la voz de Carlota-. Son los Alcazar. Las cosas se están poniendo peor.
  • Vo...voy para allá. –Dije como pude.
  • ¿Te encuentras bien?
No supe responder. Colgué y al levantar la vista, el marido no estaba en la puerta. Miré a Felisa que me atravesaba con ojos moribundos. No me preguntes como pero en aquel instante supe que estaba muriéndose allí mismo delante de mí.
  • ¡No vayas! – Ordenó con una fuerza impropia de su estado-. ¡No puedes hacer nada por él! ¡Van a llevárselo al infierno!
No pude aguantar más. Eché a correr. A oscuras y suplicando no encontrarme de nuevo con aquella figura ensangrentada. Me aferré a la barandilla de madera y a trompicones, llorando y tropezando con los muebles llegué a la puerta.
El frío me dio una bofetada terrible. Nevaba mucho más que antes, nunca había visto una tormenta como aquella. No se veía nada. Era como si la realidad se desmoronara a base de pedacitos blancos. La casa de los Alcazar no estaba lejos, tenía que llegar como fuera. Mis pies se hundían en la nieve empapándose y haciendo que el frío me atravesara. Empecé a tiritar y sentí que empezaba a perder el control del cuerpo. Avancé como pude por las calles, de vez en cuando, miraba hacia arriba y desde las ventanas veía caras ensangrentadas que me miraban acusadoras. No había sonido pero sentía que me reprochaban cada paso, cada intentó por acercarme a casa de aquel desdichado que yo no dejaba de ver como mi paciente.
En la casa de los Alcazar, fugaces destellos aparecían y desaparecían en las ventanas. Delante de la puerta, la nieve estaba manchada de sangre.
No sé con qué fuerzas subí por las escaleras. Se oían gemidos angustiosos que parecían venir de todas partes. La puerta estaba abierta y dentro se desenvolvía una escena dantesca. Julia estaba en el suelo acurrucada sollozando contra la pared, en el otro extremo del recibidor estaba Carlos, el hijo y Carlota, mi ATS. El primero con expresión derrotada y atónita, la otra maravillada. Ambos contemplaban la puerta de la habitación de Alfonso, abierta de par en par y por la que entraban sin cesar fantasmagóricas figuras que se materializaban en el aire y se deslizaban con paso lento dentro de la habitación. Desde ella surgían gritos de pánico que se apoderaban de la poca cordura que me quedaba. Todas las puertas del piso se abrían y se cerraban solas, en el salón los libros salían disparados de las estanterías, los cuadros se caían al suelo sin que nadie los tocara.
No me preguntes por qué, pero sin pensarlo comencé a andar hacia la habitación de Alfonso. Algo me hacía caminar hacia aquel resplandor como la polilla vuela hacía la llama.
Después no recuerdo nada. Luz, solo luz. Y nada más.
Cuando recuperé el conocimiento encontré sobre la cama, agarrotado en una mueca de terror final, el cadáver del viejo guardia. La causa oficial de su muerte fue un paro cardíaco, pero yo sabía la verdad. Había muerto de miedo.
A la mañana siguiente, encontramos a Felisa muerta en el sofá en que yo la había dejado. Su expresión era sonriente. Había muerto en paz.
Después de aquellos sucesos, pedí el traslado inmediato alegando depresión y me fui antes de que me lo concedieran. Nunca volví a Fonsagrada.
Carlota es la única con quien mantengo contacto. Hablamos de vez en cuando. Me ha contado que en el pueblo, empieza a oírse el rumor, de que a veces, en el puente viejo, puedes ver a una pareja paseando de la mano y contando a quien quiera oírles, que tanto en la vida como en la muerte, estuvieron siempre juntos.

Correos presentó un cuño para difundir el Camiño Primitivo




La Voz de Galicia



 lugo la voz 10 de julio de 2015. Actualizado a las 05:00 h.

Correos presentó ayer en su oficina de A Fonsagrada el cuño que acaba de poner en circulación para contribuir a la difusión del Camiño Primitivo. En el acto participaron, además de la responsable del dispositivo postal fonsagradino, el jefe de Correos y el alcalde, Argelio Fernández Queipo. El sello destaca el emblema de la población y al que debe su nombre: la Fons Sacrata o Fonte Sagrada, en la que, según cuenta la leyenda, el apóstol Santiago obró el milagro de que manase leche para alimentar a una viuda y sus hijos. «Sexa certo ou non, o que Correos pretende con este cuño é axudar a difundir por todo o mundo unha imaxe da Fonsagrada como porta do entrada do Camiño Primitivo de Santiago en Galicia. Camiño, por certo, declarado recentemente pola Unesco Patrimonio da Humanidade», destacaron los participantes en el acto.
Diez sellos alusivos a Galicia
Desde Correos subrayan que los cuños constituyen un elemento de referencia en el mundo filatélico, en el que las estampaciones son demandadas y coleccionadas por aficionados de todo el mundo. En el último tramo del 2014 Correos puso en funcionamiento un cuño en la Oficina Principal de Lugo en el que se representa su monumento más representativo: la Muralla, que también es Patrimonio de la Humanidad. Además, entre los diez sellos alusivos a Galicia se incluye otro dedicado a Monforte de Lemos.