domingo, 5 de febrero de 2017

«Os novos queren sacarlle á gaita o que non ten»



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Rinden homenaje a uno de los gaiteros más activos de la provincia y que sigue actuando con su banda

 
LUGO / LA VOZ 
No puede haber momento más dulce para una persona que ha podido llegar a los 80 años que le reconozcan su trabajo en vida. Uno de esos instantes que sí tendrá en el recuerdo lo vivió hace unos días el gaiteiro de A Fonsagrada Modesto Arias, toda una institución musical en la comarca, tanto en la parte lucense como en la asturiana.
«Fun gaiteiro autodidacta, aprendendo mentres estaba gardando do gando», recuerda Arias, días después de que hijos, nietos, amigos y compañeros de andanzas musicales les rindiesen un homenaje con motivo de sus 80 años, en un acto lleno de emociones, con lágrimas incluidas, y por supuesto mucha música y recuerdos del pasado.
Modesto Arias, nacido en Murias en 1937, sigue ejerciendo su tarea musical. «A gaita non sabe de idades, depende todo da actitude da persoa e, claro, tamén dos aspecto físico, sobre todo da mobilidade dos dedos». Cuando se le pregunta si con los años se consiguen habilidades nuevas en la gaita que no se podían tener de joven, Arias señala que para él este instrumento no tiene muchos secretos e incluso lanza un aviso a los que empiezan: «Os novos queren sascarlle á gaita algo que non ten». Se refiere, explica, a los que intentan buscarle sonidos o estéticas «bretoas ou celtas». Para Modesto un gaiteiro «debe ir á orixe, que é facer música para bailar, a gaita é para bailar, non para tocar sons que a xente ao escoitalos pregunta, ‘¿e isto como se baila?’».
Modesto Arias no lo tuvo fácil en sus inicios para poder dedicarse a su pasión musical. «Cando era novo, tocar a gaita tiña moi mala fama, ser gaiteiro estaba asociado a ser pobre, un folgazán, ou mesmo un borracho, porque ían polas festas animando os bailes». Por este motivo, en su casa, su padre no veía con buenos ojos que Modesto se dedicase a la gaita. «Quería que traballase no pan, no centeo, e claro, se tocaba a gaita, non traballaba. Ademais, non tiñamos cartos para mercar unha gaita e pasei peripecias para tocar, facendo eu mesmo instrumentos de castaño. Había que inxenialas». Para el fue una ilusión: «Xa de moi neno me gustaba, polo que me dixeron, antes de andar xa tiña ganas por tocala gaita». Y ese sueño se pudo cumplir cuando consiguió su primera gaita. «Tiña 13 anos e vendeuma un señor que era amigo do meu pai e que tiña o pulmón danado, e como me vía con ganas, díxome, ‘xa ma pagarás’». Aquella gaita, que consiguió pagar «aos poucos», le costó 250 pesetas.
Y a partir de ahí comenzó su carrera musical por las aldeas de A Fonsagrada, Oscos, Taramundi, Navia de Suarna, Cangas de Narcea o cualquier punto de la provincia que lo reclamase a él y sus diferentes grupos. Tuvo como maestros a Aquilino Fernández y Manuel Gutiérrez, «músicos fóra de serie», y tocó en multitud de fiestas. Pero llegó el momento de la emigración masiva y las bandas se fueron deshaciendo. Él mismo se vio abocado a irse a Barcelona, donde trabajó en la Diputación durante treinta años. En Cataluña -«da que gardo uns recordos marabillosos, quérolle moito, porque non só me gañei a vida, senón que me trataron moi ben»- siguió tocando la gaita y enseñando a nuevas generaciones que se acercaban al Centro Galego Saudade, en el barrio de Horta, del que fue uno de sus fundadores.
En 1997 se jubiló, y como muchos otros fonsagradinos de la diáspora, regresó a su villa natal y retomó sus tradicionales bandas de gaitas, junto con algunos de sus compañeros de antaño y que regresaban de Asturias, País Vasco o Cataluña. Ese vigor musical para animar las fiestas aún lo mantiene veinte años después de su regreso. «Temos un grupo de catro, seis, oito e ata quince músicos, que nos achegamos a onde nos chaman, como Burela, Luarca ou Vigo, como fomos recentemente». Además, de gaita, llevan clarinetes y batería para ofrecer un repertorio más completo.
Son un grupo de jubilados de las comarcas limítrofes entre A Fonsagrada y Asturias que se divierten con su gusto musical y a los que acompaña algún joven músico, tal como Modesto Arias hacía cuando era joven. El ciclo vital que se repite, aunque, como destaca el propio Modesto, las generaciones ya son distintas: «A nosa tivo que adaptarse a moitas circunstancias e no meu caso, son dos que, menos ladrón, fixen de todo», risas.

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