jueves, 28 de febrero de 2013

Un parásito procedente de Asia, el Nosema ceranae, está poniendo en riesgo a la mitad de las colmenas españolas -y ha acabado ya con una cuarta parte de las de Estados Unidos-, aquejadas por el denominado "síndrome de despoblamiento". En el Centro Apícola de Castilla-La Mancha llevan siete años trabajando para dar con el origen del mal que aqueja a las colmenas y que las aniquila en tan sólo unos meses. La alerta fue dada hace dos años por un grupo de científicos españoles, después de conseguir identificar al causante, un microorganismo que se convierte en parásito de la Apis mellifera, la abeja productora de miel.

Los investigadores españoles remitieron en octubre de 2005 al Ministerio de Agricultura un informe en el que se advertía de la presencia del parásito, al que apuntaban como el origen del problema. Para ello analizaron miles de análisis de muestras procedentes no sólo de España, sino de Suiza, Eslovenia, o Argentina. Ahora que el síndrome ha llegado a Estados Unidos, las miradas se dirigen a los investigadores de este centro situado en Marchamalo, un pueblo de Guadalajara, que hace dos años apuntó la solución: un antibiótico que se inventó hace 60, la fumagilina. "Los americanos han creado la alarma, han lanzado la hipótesis, y ahora ya empiezan a apuntar al descubrimiento español", dice Mariano Higes, coordinador del grupo de investigación del Centro Apícola Regional.
El Centro Apícola de Castilla-La Mancha hizo el hallazgo en 2005, pero nadie les hizo caso

El Nosema ceranae fue descrito en China, pero no se le había prestado atención porque se pensaba que no era patógeno para las abejas. Su origen es China, pero allí, asegura, "están en equilibrio con su hospedador; cuando el hospedador no tiene ningún mecanismo de control de estos parásitos exóticos, actúa con gran virulencia y puede diezmar las abejas". De momento se sigue investigando cómo pudo llegar hasta España, aunque se apunta a que "hay intercambio de colmenas, y de material biológico".

El problema es "realmente grave" afirma Higes, al tiempo que se lamenta de que nadie les hiciera caso hace dos años acusándoles de alarmistas. "Somos científicos, somos gente de universidad y nuestra intención no es alarmar sino solucionar problemas. Lo que nos llena de desconsuelo es que haya tenido que llegar el parásito a Estados Unidos para que se haya dado credibilidad a nuestro trabajo".


Los científicos españoles han resuelto un enigma para el que había múltiples hipótesis. En un primer momento se apuntó a los pesticidas de uso agrícola como causa, pero daba igual que las colmenas estuvieran en zonas de valle o de montaña, cerca o lejos de cultivos, porque les afectaba de la misma manera. "El problema de los pesticidas es real, son tóxicos para las abejas, pero no están detrás del despoblamiento", afirma Higes. Otras teorías apuntaban a las ondas de telefonía. Los que más cerca estaban fueron quienes sospecharon de un parásito tradicional de las abejas, el Nosema apis, pero los análisis de ADN han descartado esta teoría.



Ahora, al rebufo de la alarma procedente de EE UU, los científicos del Centro Apícola de Castilla-La Mancha han visto reconocidos sus esfuerzos. Un trabajo en el que no han estado solos. Higes insiste en mencionar al equipo del Departamento de Sanidad Animal I de la Facultad de Veterinaria de Madrid, el Departamento de Química Analítica de la Universidad de Valladolid, el equipo de parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo CEU y especialistas del laboratorio de ADN de la Policía Científica de Madrid, que en esta ocasión les han ayudado a seguir la pista a las abejas

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