martes, 28 de septiembre de 2010

La memoria del valle de Burón



POR GUMERSINDO RICO

El Valle de Burón ha sido moldeado por el Rodil y sus afluentes. El paisaje y la vida en este valle han cambiado radicalmente en las últimas décadas, por lo que parece conveniente recordar algunos detalles de mediados del siglo XX, antes de que sean totalmente irrecuperables. Siguiendo el valle, desde A Fonsagrada, en dirección norte, cabría destacar algunos elementos.
Puebla de Burón es la anterior capital del concello, con una fortaleza en ruinas y una magnífica imagen de La Magdalena en su iglesia. S. Pedro de Neiro tenía fábrica de quesos y un molino con generador eléctrico que daba luz a las aldeas cercanas, pero no permitía prescindir del candil de gas (petróleo) ni del de carburo. Había otros molinos cercanos, dos de ellos (molinos de Rosario) son actualmente tranquilos y acogedores apartamentos.
En Mazaeda está la casa de Pasarín, con su escudo, y cerca de ella, en la finca llamada Rebordela, aparecieron objetos metálicos subterráneos que se llevaron al museo de Lugo. En la misma finca se halló un sorprendente sable. En la ‘Caboza dos Moros’, según una leyenda, habitaban mujeres que usaban peines de marfil y fueron arrastradas por una riada. En las mámoas de la sierra (sepulturas del neolítico) se encontró una piedra con inscripciones que quedó ‘in situ’ y un hacha de piedra azulada, de la que queda una réplica en el museo de A Fonsagrada.
En el Esteleiro, el río tiene hermosas cascadas y sendos pozos, entonces con abundantes truchas y donde se podían ver bañistas desnudos porque carecían de bañador.
En torno a un castro está Villamayor, donde al hacer la carretera se vio una vasija conteniendo un material que brillaba al sol y se pensó que era oro molido (probables cenizas de muertos).
En la iglesia de Trobo había una imagen de Sta. María, en un ‘trobo’, (cuba de madera sin una tapa) que dio nombre al lugar, y en su torre hay una cruz recordando una misión; entonces las misiones eran frecuentes y los asistentes salían atemorizados por el acento que se ponía en el castigo de las malas conductas. En el libro ‘España mi patria’ se dice que el general Rodil nació en Sta. María de Trobo (1789), que fue ministro de Isabel II y capitán general; que luchó contra Napoleón Bonaparte y fue el último jefe que arrió la bandera española en América del Sur. Su partida de nacimiento se podía ver en la rectoral de Trobo.
De Vilarxubín se recordaba una pelea de finales del siglo XIX, en la que fallecieron apuñalados cuatro jóvenes. Las peleas eran frecuentes entonces y la valentía era un don muy apreciado.
La ‘Coroa de Castro’ de Vilaframil tiene un muro circular en su cima (defensa del castro). Se hablaba de un túnel que bajaba hasta el río.
Más abajo se halla ‘O Castelo’ donde se menciona una cueva que nadie encuentra y donde se forma el auténtico Rodil, al incorporarse el ‘río da Veiga’, que corre en dirección sur, pasando por Romeán; allí vivía el ‘científico’ (Silverio Picos), que pasó la vida estudiando y muchas veces leía a la luz de la luna para ahorrar petróleo; escribía con diferentes tipos de letra, que aún se conservan en algunos documentos; decía que el conocimiento no muere con el cuerpo.
En el castro de San Martín se hallaron molinos celtas y romanos que conserva Hortensio (dueño de la finca).
En el camino de A Fonsagrada a Carballido hay un magnífico puente de piedra, sobre el Rodil. Por este camino llegaba la sal desde A Pontenova y es de suponer que también salían productos hacia el mar. Impresiona como vía de comunicación importante.
En el valle se vivía de la agricultura y de la ganadería. La población era abundante, relativamente joven, lo que generaba alegría, a pesar de las numerosas carencias y contrastando con la situación actual.
Los caminos eran profundos, con rocas muy desgastadas por las ruedas de los carros, actualmente sepultados bajo hormigón o asfalto; tenían tramos de barrizal con olor a fango y estiércol que requerían saltar de piedra en piedra para recorrerlos sin enfangarse, lo que pocas veces se conseguía. Enardecía contemplar el poder y el esfuerzo de las vacas tirando de pesados carros y oír el fuerte sonido de sus ejes.
Cuando se iba a A Fonsagrada se competía para subir al camión ‘descapotado’ que recogía la leche. Habitualmente se viajaba a pie o a caballo.
Los varones solían vestir pantalón de pana y las mujeres un vestido o falda con un ‘mantelo’ceñido a la cintura y un pañuelo negro a la cabeza. Se usaban prendas de lana teñidas con corteza de ‘mieiro’ (aliso) y caparrosa. La generación adulta recordaba el lino. A diario se llevaban zuecos de madera.
La viruela y la polio ya eran historia, pero se temía la tuberculosis. Eran frecuentes los siguientes padecimientos: articulares y osteomusculares; bocio; parasitosis (pulgas, piojos y lombrices); verrugas, que se creía aparecían al contar estrellas y se trataban con látex de higo verde; orzuelos, que se trataban ‘quemándoles la casa’, lo que consistía en soportar, con el ojo abierto, el humo generado por una especie de ‘muñeco’ de paja sobre brasas. Muchas enfermedades se debían a carencias en la dieta y a falta de higiene, y muchos tratamientos eran una mezcla de magia y religión.
Se temía la brujería y el mal de ojo. El cuco ‘capaba’ y anunciaba desgracias al que lo oía cantar estando en ayunas. Lo sonidos y el merodeo de urracas y cuervos infundían sospechas. Se oía decir «en nombre de Dios» al comer el primer fruto de una cosecha (¿espíritu de la vegetación revivido?) (1). Las embarazadas no debían comer cabeza de conejo para evitar hijos ‘mellados’ (con labio leporino).
En los montes había mucha actividad relacionada con la obtención de cereales: hombres cavando, ‘burrueiras’ produciendo gran humareda, plantaciones de cereal, segadores, ‘marrotos’ (montones de cereal segado); se veían ‘pastranas’ o calandrias cantando y volando sin desplazarse, que parecían felices e inspiraban alegría y son difícilmente visibles hoy en día, lo mismo que ocurre con otros pájaros como el ‘pintor’ o el ‘rey’. Había rebaños de ovejas que mantenían el monte bajo. En las laderas había fuentes de agua fresca que han sido canalizadas a las casas en su mayoría.
En las eras se podían ver las ‘medas’, montones de trigo o centeno, a modo de gigantes piriformes apuntando al cielo, de vida fugaz. La ‘mallega’, operación de extraer el grano, era un espectacular, duro y ruidoso trabajo, que se hacía soportable por el ambiente de buen humor que generaba y el vaso de vino que se repartía de vez en cuando.
A Montaña
Luz de candil
San Pedro de Neiro tenía una fábrica de quesos y un molino con generador que daba luz, pero no sustituía al candil y al carburo
Científico de época
Silverio Picos pasó la vida estudiando y leía a la luz de la luna

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