Los cazadores vuelven al campo, aunque realmente nunca se fueron de él. ¿La caza sostenible se adapta a las especies y sus ciclos biológicos o al corsé de un calendario?
Los ciclos biológicos de las especies son parte esencial en la toma de decisiones sobre las diferentes temporadas de caza. Digo temporadas en plural, porque la fecha del 18 de octubre fue tan solo un símbolo. Ese día se abría la veda de una parte de las especies de caza menor, pero si se analiza la “orden de épocas hábiles de caza” se comprueba que el aprovechamiento cinegético de cada especie se adecua, cada vez más, a su biología. Es cierto que en alguna especie, como el jabalí, sin violentar esos principios vitales, la época de caza también se adapta a la prevención de los daños que causa en las cosechas de los agricultores, en un intento de simbiosis dentro del ámbito rural.
¿Hay futuro para la caza tradicional en Galicia? Nos referimos a la de conejo, perdiz… de cuatro amigos y sus perros, sin más pretensión que ver algo y traer lo que la destreza de cada uno permita y que al domingo siguiente se repita la situación.
El futuro de la caza tradicional está en manos de toda la sociedad porque está directamente ligada al uso del territorio pero, fundamentalmente, va a depender del compromiso de los cazadores. Uno de los valores de la caza en Galicia es su componente social. La caza, por regla general en toda España, está vinculada a la titularidad de la tierra y, en Galicia, el minifundio existente, junto con un fuerte arraigo de los cazadores con el mundo rural y la fortaleza de las sociedades de caza y las instituciones que las aglutinan, hacen ver con esperanza el futuro de nuestra actividad en los términos actuales, sin que eso menoscabe la gran aportación de los cazadores a la economía gallega.
La seguridad es fundamental, tanto hacia los compañeros de actividad como para el resto de las personas con las que comparten espacio. ¿Qué le diría a unos y otros?
El campo, el monte, siempre fueron espacios compartidos. Hasta no hace mucho agricultores, ganaderos, silvicultores y cazadores eran los que simultaneaban sus actividades en perfecta armonía. Recientemente, en ese uso social del territorio, se incorporan nuevos colectivos que buscan, sobretodo, otros tipos de ocio. Siempre animo a los cazadores a que traten de integrar a esas nuevas personas en ese uso responsable del monte. Todos debemos ser respetuosos con las demás actividades y no olvidar que el campo es un espacio muy amplio, donde hay lugar para todos. Si acaso una pequeña precisión, no se puede olvidar que en el monte rigen fundamentalmente los principios de la naturaleza y esta no debería ser nunca un gran jardín del fin de semana de las ciudades.Galicia dispone, por fin, de una radiografía sobre la importancia de este sector con la publicación de un estudio socio-económico.
¿Qué datos destacaría del mismo?
El estudio, que vio la luz hace unos días, nos muestra la radiografía, las señas de identidad, las inquietudes del cazador gallego. Es un estudio muy amplio, fruto de un extenso trabajo de campo, del que deberemos sacar muchas enseñanzas en las futuras tomas de decisiones. Corrobora que la caza en Galicia es preferentemente una actividad social, el 98% de los 55.000 cazadores gallegos pertenece a una sociedad de caza. Confirma, igualmente, la gran vinculación con el medio rural, el 70% viven en él y otro 20% tiene relación directa con él.Es una actividad que se practica desde los 16 años hasta edad muy avanzada; 8.000 cazadores tienen más de 65 años, lo cual quiere decir que hay un número muy importante de personas que practican una actividad física saludable en una edad que es poco habitual. En su entorno familiar y de amistades la caza es una actividad bien valorada (más del 95% está de acuerdo con la práctica cinegética).Se confirma que el cazador gallego es una persona de clase media, más del 50% reconocen que los ingresos mensuales de su familia están entre los 1.500 y 2.500 €. Evalúa también el volumen económico que generamos los cazadores gallegos, que se cifra en más de 94 millones de euros (más de 15.000 millones de las antiguas pesetas), lo que demuestra que la caza social es compatible con la generación de recursos económicos.
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