Zolta kodaly, Bartock, Dalcroze, Orff… son algunos de los nombres de músicos-pedagogos que libaron de la tradición popular para fundamentar sus teorías y pedagogías frente a los modelos de enseñanza disciplinares de otros tiempos. Kodaly desarrolló toda una teoría basándose en la canción folclórica de Hungría -y aún de otros pueblos- como modelo de aprendizaje otorgando a la música tradicional un destacado y relevante lugar incluso en relación con la música culta. La canción -song, chanso, canço, gesang…- se constituye como elemento esencial ofreciendo múltiples posibilidades en el proceso de formación de futuros profesionales de la música.
Pero esta magnitud se amplía dentro del ámbito creativo: Los préstamos entre música culta y popular son múltiples y variados, destacando muchos autores que no se puede hablar de canción folclórica europea sin la existencia de una manifestación culta que la sustente, lo que ocurre en nuestro antiguo continente desde la Edad Media. Las distintas etapas musicales que atraviesa la tradición culta occidental pasan momentos de importante aproximación a la tradición popular: El Renacimiento en donde como decía Machaut: -la música es ciencia, pero «una ciencia que hace cantar, reír y bailar a quienes la escuchan»-, el Clasicismo y de forma más intensa en los nacionalismos, que hacen que el pueblo hable a través de los compases de Falla -el transculturizador del legado culto musical-, Granados, Albéniz, Turina… por citar nombres que inciden directamente en nuestra propia historia musical.
El respeto por tanto a la música popular es cuando menos merecido y dentro de ese proceso de reconocimiento e interés nos vemos inmersos en Galicia donde desde el ya pasado S. XX, en su última mitad se renueva la preocupación por salvar un patrimonio, una cultura de todos y para todos. Estas líneas nacen así para relatar una historia musical aúna viva que en A Fonsagrada ve su nacimiento.
Los avatares del destino me condujeron a este pueblo del Camino Primitivo, rodeado de inhóspitas y rudas montañas que se alzan poderosas en nuestro camino a la Fontem Sacratam, la tierra que encierra en sí la historia del peregrino y en la que el Apóstol Santiago, según la tradición, hizo manar leche para agradecer la hospitalidad de una viuda que pudo de esta manera alimentar a sus hijos, en su travesía por el Santo camino.
EMILIO Y SUS ENSEÑANZAS
Atravesamos Carballido, Paradavella, Castroverde… antes de llegar al destino en el que nos aguarda nuestra memoria viva, Emilio do Pando, uno de los últimos maestros de birimbao de Galicia. Es el birimbao un particular instrumento, conocido también como arpa de boca o trompa gallega, de los que podríamos clasificar como idiófonos, en el que el sonido se produce colocando el instrumento en contacto con los dientes y pulsando la lengüeta (la palleta) metálica que con su vibración produce el sonido que se modula en la cavidad bucal. Se afina en distintos tonos -do o si bemol- y se le atribuye un origen celta -aunque esto no es riguroso-. Nos dice Emilio que con este instrumento se puede tocar la escala completa y aún tres notas más. Él, Emilio, aprendió a tocar antes que a leer -por osmosis-, vio cómo alguien tocaba, probó y de oído sacó sonido. Tenía siete u ocho años. Su primer birimbao se lo compraron por seis reales -lo que vendría a ser una peseta con cincuenta- y se lo vendió aquel que él vio tocar por primera vez. Recuerda Emilio que por aquel tiempo había otro tañedor de birimbao, conocido como ‘O Cazote de Fonfría’, que también fabricaba los instrumentos «buenos, malos y regulares». Parece ser que era un personaje singular y mientras se ríe nos relata lo que reza su lápida:
Aquí descansa o Cazote de Fonfría / panza arriba / postura que le agradó / mientras le duró la vida.
Así pensó nuestro particular luthier que habitó nuestras montañesas tierras en aquellos tiempos. Hoy, pasado un siglo, ‘O do Pando’ recomienda que la fabricación del birimbao sea artesanal, los de las tiendas «no valen». En Santiago hay un constructor que vende por encargo, el ‘Che’. Cada birimbao cuesta entorno a 90 Euros. Es el precio de un instrumento que «no tiene fin», que «tiene para vidas y vidas» ya que además ahora en lugar de fabricarlo con hierro, como antiguamente, se hace en acero inoxidable.
Los años 70 y los 80 fueron testigos de la revitalización de nuestra tradición musical, mostrando en ello interés la Diputación de Lugo, donde se conserva un birimbao de más de doscientos años de antigüedad, cedido, parece ser, por alguien que no sabía qué función desempeñaba y del que Emilio dice: «suena perfectamente».
Nuestro protagonista dio cursos en esta institución y también en Ourense, Vigo o Asturias (San Antolín). En A Fonsagrada hay escuela, pero los alumnos no ven fácil aprender los tejemanejes de este peculiar instrumento.
UNA RICA HERENCIA
En estas décadas grupos como Milladoiro o Luar na Lubre libaron de la tradición folclórica de A Fonsagrada, convirtiéndose ‘O do Pando’ en transmisor de la tradición musical propia de este pueblo, lo que heredó su nieto, Daniel Pérez ‘do Pando’, que sigue difundiendo aquello que aprendió de su abuelo.
Entre otro de los muchos recuerdos de Emilio está otro personaje que recorría las estrechas calles de A Fonsagrada, era Florencio, un ciego violinista, que ‘zanfoñaba’ siguiendo aquella secular tradición medieval de juglares y ministriles, explicando en su cantinela los sucesos que acontecían por el lugar. Su viejo violín se conserva en el Museo de A Fonsagrada y sus romances los recuerda todavía nuestra fuente viva:
A Rosiña do tangueiro / é unha boa costureira / taba cosendo no cuartiño da palleira. / detrás dela un rapaz que lle decía: / Parece que estás contenta, pois… / que Deus nos de alegría...
Bartolo tiña unha filla / que se chamaba Leonor / ela estaba cosendo / no cuartiño do corredor. / O corredor era vello / e tiña furados no piso / se de abaixo se miraba / víaselle o paraíso…
…Tapa as pernas, Leonor, / que se non me engano vexo / polo furado da porta / as orellas do conexo…
Casi tradición ‘goliardesca’, cantando los placeres de la vida, no exentos de picardía rufianesca que todavía hacen sonreír a cualquiera.
Pero además en A Fonsagrada, sigue viva una profunda tradición musical de gaiteiros, más jóvenes y más viejos. Emilio es también gaiteiro, toca con Os amigos da gaita da Fonsagrada junto con Manuel da Rapadela (gaita), Paradiñas (bombo) y Horacio do Cabo (tamboril). Paradiñas perteneció ya a otra formación: Os gaiteiriños da Puebla, de los que el pueblo hizo también singulares rimas:
Os gaiteiriños da puebla / mala centella chos mate / non queren tocar a gaita / sin que lles den chiculate / Os gaiteiriños da Puebla / debaixo da gaita levan / tres palabriñas que dicen / «Árdeche o eixo, carballeira»
Todos los años, la Asociación de amigos do Camiño Primitivo, hace su fiesta en el Hospital de Santiago de Montoto, fundado por Pedro I ‘El Cruel’, con una romería en la que Emilio suele hacer una demostración de birimbao y en la que además tocan los gaiteiros.
Tiene A Fonsagrada también su muiñeira, a Muiñeira de A Fonsagrada de Jaime do Cabo, de Pobra de Burón, un hombre del que nos dice Emilio: «No conocía la clave de sol, pero tenía arte».
Otra canción, ‘A miña burriña’ tiene en A Fonsagrada su origen:
A miña burriña / cando vai ao muiño / vai toda enfariñada / cheíña de frío. / E mais de xeada / a miña burriña / sempre vai cargada
Son retazos de los secretos musicales de A Fonsagrada, donde la raigambre popular está tan afincada como sus grandes montañas y que permanece incorruptible al paso del tiempo y las generaciones, que renuevan y hacen suya esta profunda raíz musical expresada de peculiar forma en este pueblo.
Pero esta magnitud se amplía dentro del ámbito creativo: Los préstamos entre música culta y popular son múltiples y variados, destacando muchos autores que no se puede hablar de canción folclórica europea sin la existencia de una manifestación culta que la sustente, lo que ocurre en nuestro antiguo continente desde la Edad Media. Las distintas etapas musicales que atraviesa la tradición culta occidental pasan momentos de importante aproximación a la tradición popular: El Renacimiento en donde como decía Machaut: -la música es ciencia, pero «una ciencia que hace cantar, reír y bailar a quienes la escuchan»-, el Clasicismo y de forma más intensa en los nacionalismos, que hacen que el pueblo hable a través de los compases de Falla -el transculturizador del legado culto musical-, Granados, Albéniz, Turina… por citar nombres que inciden directamente en nuestra propia historia musical.
El respeto por tanto a la música popular es cuando menos merecido y dentro de ese proceso de reconocimiento e interés nos vemos inmersos en Galicia donde desde el ya pasado S. XX, en su última mitad se renueva la preocupación por salvar un patrimonio, una cultura de todos y para todos. Estas líneas nacen así para relatar una historia musical aúna viva que en A Fonsagrada ve su nacimiento.
Los avatares del destino me condujeron a este pueblo del Camino Primitivo, rodeado de inhóspitas y rudas montañas que se alzan poderosas en nuestro camino a la Fontem Sacratam, la tierra que encierra en sí la historia del peregrino y en la que el Apóstol Santiago, según la tradición, hizo manar leche para agradecer la hospitalidad de una viuda que pudo de esta manera alimentar a sus hijos, en su travesía por el Santo camino.
EMILIO Y SUS ENSEÑANZAS
Atravesamos Carballido, Paradavella, Castroverde… antes de llegar al destino en el que nos aguarda nuestra memoria viva, Emilio do Pando, uno de los últimos maestros de birimbao de Galicia. Es el birimbao un particular instrumento, conocido también como arpa de boca o trompa gallega, de los que podríamos clasificar como idiófonos, en el que el sonido se produce colocando el instrumento en contacto con los dientes y pulsando la lengüeta (la palleta) metálica que con su vibración produce el sonido que se modula en la cavidad bucal. Se afina en distintos tonos -do o si bemol- y se le atribuye un origen celta -aunque esto no es riguroso-. Nos dice Emilio que con este instrumento se puede tocar la escala completa y aún tres notas más. Él, Emilio, aprendió a tocar antes que a leer -por osmosis-, vio cómo alguien tocaba, probó y de oído sacó sonido. Tenía siete u ocho años. Su primer birimbao se lo compraron por seis reales -lo que vendría a ser una peseta con cincuenta- y se lo vendió aquel que él vio tocar por primera vez. Recuerda Emilio que por aquel tiempo había otro tañedor de birimbao, conocido como ‘O Cazote de Fonfría’, que también fabricaba los instrumentos «buenos, malos y regulares». Parece ser que era un personaje singular y mientras se ríe nos relata lo que reza su lápida:
Aquí descansa o Cazote de Fonfría / panza arriba / postura que le agradó / mientras le duró la vida.
Así pensó nuestro particular luthier que habitó nuestras montañesas tierras en aquellos tiempos. Hoy, pasado un siglo, ‘O do Pando’ recomienda que la fabricación del birimbao sea artesanal, los de las tiendas «no valen». En Santiago hay un constructor que vende por encargo, el ‘Che’. Cada birimbao cuesta entorno a 90 Euros. Es el precio de un instrumento que «no tiene fin», que «tiene para vidas y vidas» ya que además ahora en lugar de fabricarlo con hierro, como antiguamente, se hace en acero inoxidable.
Los años 70 y los 80 fueron testigos de la revitalización de nuestra tradición musical, mostrando en ello interés la Diputación de Lugo, donde se conserva un birimbao de más de doscientos años de antigüedad, cedido, parece ser, por alguien que no sabía qué función desempeñaba y del que Emilio dice: «suena perfectamente».
Nuestro protagonista dio cursos en esta institución y también en Ourense, Vigo o Asturias (San Antolín). En A Fonsagrada hay escuela, pero los alumnos no ven fácil aprender los tejemanejes de este peculiar instrumento.
UNA RICA HERENCIA
En estas décadas grupos como Milladoiro o Luar na Lubre libaron de la tradición folclórica de A Fonsagrada, convirtiéndose ‘O do Pando’ en transmisor de la tradición musical propia de este pueblo, lo que heredó su nieto, Daniel Pérez ‘do Pando’, que sigue difundiendo aquello que aprendió de su abuelo.
Entre otro de los muchos recuerdos de Emilio está otro personaje que recorría las estrechas calles de A Fonsagrada, era Florencio, un ciego violinista, que ‘zanfoñaba’ siguiendo aquella secular tradición medieval de juglares y ministriles, explicando en su cantinela los sucesos que acontecían por el lugar. Su viejo violín se conserva en el Museo de A Fonsagrada y sus romances los recuerda todavía nuestra fuente viva:
A Rosiña do tangueiro / é unha boa costureira / taba cosendo no cuartiño da palleira. / detrás dela un rapaz que lle decía: / Parece que estás contenta, pois… / que Deus nos de alegría...
Bartolo tiña unha filla / que se chamaba Leonor / ela estaba cosendo / no cuartiño do corredor. / O corredor era vello / e tiña furados no piso / se de abaixo se miraba / víaselle o paraíso…
…Tapa as pernas, Leonor, / que se non me engano vexo / polo furado da porta / as orellas do conexo…
Casi tradición ‘goliardesca’, cantando los placeres de la vida, no exentos de picardía rufianesca que todavía hacen sonreír a cualquiera.
Pero además en A Fonsagrada, sigue viva una profunda tradición musical de gaiteiros, más jóvenes y más viejos. Emilio es también gaiteiro, toca con Os amigos da gaita da Fonsagrada junto con Manuel da Rapadela (gaita), Paradiñas (bombo) y Horacio do Cabo (tamboril). Paradiñas perteneció ya a otra formación: Os gaiteiriños da Puebla, de los que el pueblo hizo también singulares rimas:
Os gaiteiriños da puebla / mala centella chos mate / non queren tocar a gaita / sin que lles den chiculate / Os gaiteiriños da Puebla / debaixo da gaita levan / tres palabriñas que dicen / «Árdeche o eixo, carballeira»
Todos los años, la Asociación de amigos do Camiño Primitivo, hace su fiesta en el Hospital de Santiago de Montoto, fundado por Pedro I ‘El Cruel’, con una romería en la que Emilio suele hacer una demostración de birimbao y en la que además tocan los gaiteiros.
Tiene A Fonsagrada también su muiñeira, a Muiñeira de A Fonsagrada de Jaime do Cabo, de Pobra de Burón, un hombre del que nos dice Emilio: «No conocía la clave de sol, pero tenía arte».
Otra canción, ‘A miña burriña’ tiene en A Fonsagrada su origen:
A miña burriña / cando vai ao muiño / vai toda enfariñada / cheíña de frío. / E mais de xeada / a miña burriña / sempre vai cargada
Son retazos de los secretos musicales de A Fonsagrada, donde la raigambre popular está tan afincada como sus grandes montañas y que permanece incorruptible al paso del tiempo y las generaciones, que renuevan y hacen suya esta profunda raíz musical expresada de peculiar forma en este pueblo.
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