Estado da cociña
Javier Fernández e a súa nai Enriqueta Baamonde
Texto: Pablo Rodriguez, Fotografìa: Sebas Senade
Texto: Pablo Rodriguez, Fotografìa: Sebas Senade
La palabra «milagro» estuvo ayer en la boca de todos los vecinos y curiosos que se acercaron a O Vilarón, en A Fonsagrada, un pueblo en donde el jueves se rondó la tragedia cuando un monte se vino abajo por las fuertes lluvias y el alud de tierra sepultó parcialmente dos casas, una de ellas habitada.
Al comprobar ‘in situ’ los efectos del derrumbe, todos veían «increíble» que Enriqueta Baamonde, de 81 años, y su hijo Javier Fernández, de 39, que estaban en ese momento en el interior de una de las viviendas dañadas, saliesen ilesos pese a que las piedras y la tierra se llevaron por delante el techo de su domicilio y ellos llegaron a verse atrapados entre los escombros.
«Estaba vendo a tele mentres miña nai facía a cea cando oímos un ruído moi forte, De golpe, xa caeu todo», recordaba ayer Javier. Los primeros momentos tras el impacto, registrado sobre las seis y media de la tarde, fueron muy angustiosos, según explicó, ya que los dos quedaron atrapados y sin saber el uno del otro. «Eu quedei debaixo dos cascallos, mesmo houbo momentos nos que non podía respirar, e miña nai quedou atrapada ata a cintura, pensei que non saiamos de alí», relató.
El estruendo causado por otros corrimientos de tierra menores y la oscuridad que reinaba en el lugar, al quedar el pueblo sin luz tras el derrumbe, contribuyó a que aumentase el caos. «Pensei que o meu fillo morrera porque o chamaba e el non contestaba», aseguró Enriqueta, quien, afortunadamente, vio como al final su hijo se acercaba a auxiliarla. «Collina en brazos e saímos pola ventá da cociña como puidemos», explicó Jesús.
Ya en el exterior, recibieron la ayuda de unos vecinos que residen habitualmente en A Fonsagrada, pero que aprovecharon el día festivo para acercarse a la vivienda que tienen en O Vilarón. Según recordaba el cabeza de familia, Secundino Fernández, todos ellos se echaron fuera de casa tras sentir un estallido. «Cando saímos, Enriqueta e Javier xa estaban fóra, foi unha milagre que saísen de alí».
Ante el miedo a nuevos desprendimientos, todos se alejaron de las casas, avisaron del incidente y esperaron a la intemperie hasta que alguien los evacuase del pueblo, al ubicarse todas las casas debajo del monte que se vino parcialmente abajo por la lluvia.
Evacuación
Al verse los efectivos de Protección Civil y de la Benemérita bloqueados por otros derrumbes en la red viaria, finalmente Enriqueta, Javier y los otros vecinos no fueron evacuados hasta pasadas unas dos horas, en vehículos todoterreno de familiares.
Tras ser atendidos en un primer momento en el centro de salud local y luego en Lugo, a Enriqueta le queda como única secuela física una par de puntos en la cabeza y a Javier, varios moratones, algo menor para lo que podría haber sido, a juicio de todos los que vieron el estado en que quedó su casa.
En la tarde de ayer, Javier reunió fuerzas para volver a su domicilio «para sacar algúns mobles e algo de roupa, aínda que en moitas das habitacións non se podía nin entrar». Desde el jueves se alojan en casa de su hermana Olga, a la espera de evaluar los daños de su vivienda, que estaba asegurada, para tratar de restaurarla. «Volvemos nacer», zanja Enriqueta tras subrayar que no recuerda ningún derrumbe similar en la zona.
Para Avelino López, la de ayer también fue una jornada muy dura al comprobar que «o traballo de moitos anos viuse abaixo». Este vecino, que reside actualmente en Gijón, se acercó desde allí a primera hora tras ser alertado el jueves de noche de que su casa natal, que estaba reformando poco a poco desde hacía bastante tiempo, había sido la otra vivienda afectada por el derrumbe.
«Quedou a metade da casa. E libramos por pouco, se non estivésemos de festas de Nadal podería collernos aquí», dijo, tras lo que explicó que en los últimos meses visitaba la casa con más frecuencia al estar reformando la cocina. «Isto é irrecuperable», lamentó.
Al comprobar ‘in situ’ los efectos del derrumbe, todos veían «increíble» que Enriqueta Baamonde, de 81 años, y su hijo Javier Fernández, de 39, que estaban en ese momento en el interior de una de las viviendas dañadas, saliesen ilesos pese a que las piedras y la tierra se llevaron por delante el techo de su domicilio y ellos llegaron a verse atrapados entre los escombros.
«Estaba vendo a tele mentres miña nai facía a cea cando oímos un ruído moi forte, De golpe, xa caeu todo», recordaba ayer Javier. Los primeros momentos tras el impacto, registrado sobre las seis y media de la tarde, fueron muy angustiosos, según explicó, ya que los dos quedaron atrapados y sin saber el uno del otro. «Eu quedei debaixo dos cascallos, mesmo houbo momentos nos que non podía respirar, e miña nai quedou atrapada ata a cintura, pensei que non saiamos de alí», relató.
El estruendo causado por otros corrimientos de tierra menores y la oscuridad que reinaba en el lugar, al quedar el pueblo sin luz tras el derrumbe, contribuyó a que aumentase el caos. «Pensei que o meu fillo morrera porque o chamaba e el non contestaba», aseguró Enriqueta, quien, afortunadamente, vio como al final su hijo se acercaba a auxiliarla. «Collina en brazos e saímos pola ventá da cociña como puidemos», explicó Jesús.
Ya en el exterior, recibieron la ayuda de unos vecinos que residen habitualmente en A Fonsagrada, pero que aprovecharon el día festivo para acercarse a la vivienda que tienen en O Vilarón. Según recordaba el cabeza de familia, Secundino Fernández, todos ellos se echaron fuera de casa tras sentir un estallido. «Cando saímos, Enriqueta e Javier xa estaban fóra, foi unha milagre que saísen de alí».
Ante el miedo a nuevos desprendimientos, todos se alejaron de las casas, avisaron del incidente y esperaron a la intemperie hasta que alguien los evacuase del pueblo, al ubicarse todas las casas debajo del monte que se vino parcialmente abajo por la lluvia.
Evacuación
Al verse los efectivos de Protección Civil y de la Benemérita bloqueados por otros derrumbes en la red viaria, finalmente Enriqueta, Javier y los otros vecinos no fueron evacuados hasta pasadas unas dos horas, en vehículos todoterreno de familiares.
Tras ser atendidos en un primer momento en el centro de salud local y luego en Lugo, a Enriqueta le queda como única secuela física una par de puntos en la cabeza y a Javier, varios moratones, algo menor para lo que podría haber sido, a juicio de todos los que vieron el estado en que quedó su casa.
En la tarde de ayer, Javier reunió fuerzas para volver a su domicilio «para sacar algúns mobles e algo de roupa, aínda que en moitas das habitacións non se podía nin entrar». Desde el jueves se alojan en casa de su hermana Olga, a la espera de evaluar los daños de su vivienda, que estaba asegurada, para tratar de restaurarla. «Volvemos nacer», zanja Enriqueta tras subrayar que no recuerda ningún derrumbe similar en la zona.
Para Avelino López, la de ayer también fue una jornada muy dura al comprobar que «o traballo de moitos anos viuse abaixo». Este vecino, que reside actualmente en Gijón, se acercó desde allí a primera hora tras ser alertado el jueves de noche de que su casa natal, que estaba reformando poco a poco desde hacía bastante tiempo, había sido la otra vivienda afectada por el derrumbe.
«Quedou a metade da casa. E libramos por pouco, se non estivésemos de festas de Nadal podería collernos aquí», dijo, tras lo que explicó que en los últimos meses visitaba la casa con más frecuencia al estar reformando la cocina. «Isto é irrecuperable», lamentó.
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